Las religiones utilizan una forma tan extravagante de explicar el mundo que para ello tuvieron que inventar un lenguaje propio, al margen de la razón, al que llaman fe. Gracias a él, lo que tras un primer análisis parecería una inmensa necedad llega a ser asombrosamente compatible con la dignidad y salud mental del creyente. Fe y razón conviven entre nosotros porque habitan en distintos planos que ni se rozan, como los matrimonios que no se hablan. Solo cuando uno de ellos cae en la tentación de iniciar el diálogo comienza el proceso de destrucción. Aplicando exclusivamente la razón, ese …
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