Hay un antes de Babel de los géneros en el que pues se trata más bien de un espacio que Idalia Morejón reconstruye, antes de un tiempo edénico vanamente soñado lirismo y narración son dos estratos de la misma línea, al igual que lo cómico y lo trágico, o mejor dicho como la risa que sacude la sordidez de una peripecia individual, pero en la que se cifra el desmoronamiento de una ilusión continental americana que (¿casualmente?) aconteció en una isla. Risa sin regocijo, con mucha convulsión y poca alegría, en cuya onda expansiva Poquita Cosa y su hijo Vulgarcito …
Hay un antes de Babel de los géneros en el que pues se trata más bien de un espacio que Idalia Morejón reconstruye, antes de un tiempo edénico vanamente soñado lirismo y narración son dos estratos de la misma línea, al igual que lo cómico y lo trágico, o mejor dicho como la risa que sacude la sordidez de una peripecia individual, pero en la que se cifra el desmoronamiento de una ilusión continental americana que (¿casualmente?) aconteció en una isla. Risa sin regocijo, con mucha convulsión y poca alegría, en cuya onda expansiva Poquita Cosa y su hijo Vulgarcito se mueven casi como una refiguración de la Maga y el bebé Rocamadour, lejos de la bohemia parisina tan fascinada con aquella ilusión del Hombre Nuevo y su mística revolucionaria y cerca de las estrecheces de El Vedado habanero. Sin Oliveira a la vista pero con un Orlandito, poeta también, para desgracia de la atribulada Poquita Cosa. La ocurrencia cortazariana del Lector Macho se ha vuelto ahora la Escritora Hembra: La Artista del Hombre. ¡Cuidado con ella! No le vengan con ensoñaciones de redención, ella necesita sostener alguna ilusión de futuro palpable.
